CRUZANDO FRONTERAS

CRUZANDO FRONTERAS

DISCULPE DIOS,

¡USTED NO PUEDE PISAR POR AQUÍ!


Era como a las 6.30 de la mañana. Estaba yendo y viniendo de sueños, entre los golpes a la cabeza proporcionados por el techo del carro que se movía de lado a lado, evitando las trampas para los elefantes (que se llaman baches, de broma) en la autopista Pamalap-Conakry. Pero esta vez no era el techo que mi hizo despertar sino la culata de un rifle. Un soldado rudo me quería sacar fuera del carro para llevar mi pasaporte al puesto policial. Hmmm..., como en Colombia, pensaba yo, pero allá era el cañón del rifle que te hablaba. Éste sí estaba de apurro, para presentar la presa gorda a su jefe, porque del carro yo era el único no-nativo (por nativos yo me refiero aquí los de ECOWAS, los 15 países que forma el Africa Occidental).

La única fuente segura de energía- solar
Mientras salía del carro, intenté reflexionar rápido sobre la situación. Mi visa de Guinea ya tenía la estampa. Mi visa de la destinación próxima, Costa de Marfil, estaba vigente por otro mes. No tenía un boleto de avión de Conakry a Abiyán, pero pensaba en explicarles que quería conocer Guinea mejor viajando por tierra (hacerlo en francés era el reto). Y no tenía nada sospechoso en mi bolso, salvo mi GPS, que es demasiado pequeño para llamar la atención.

Ahora sí puedo juntar las partes que comprendí del aviso que hizo el chofer (que era mitad francés y el resto una combinación de Fula, Mandinka, etc.) sobre este control militar. Él quería que le dé cada uno de los pasajeros un billete de 10.000 Guinea Franc (un poco más de un dólar) para él pagar la 'cuota' en bulto y salir rápido del asunto. Pero, yo sabía de mi experiencia, que algunos puestos en las fronteras tienen que registrar los datos de los pasajeros y yo no puedo escapar de una revisión detallada.


El jefe, su torso gordo desnudo, cubierto sólo con su toalla, llegó al escritorio para recibir la presa que estaba siendo empujado este rato adentro de la puerta de la choza militar.  Ya era más de una década desde que pasé por este tipo de molestias, pero me olía que este jefe era alguien fácil. Puede ser corrupto, pero podría escaparme hablando suave (haciéndolo en francés es otra cosa). Eso me ayudó a mantener la calma e intenté a ser formal, usando todo mi vocabulario. Escuchando el producto que salió, el jefe también cambio a 'Fringlish'.

Forzado por el soldado que me atrapó, el jefe sacó el registro de pasajeros, que tenía unos diez años como mínimos y abrió a cualquier página nueva. Ya me daba cuenta de que era un show, pero seguía atentamente el 'procedimiento', indicándole que podía usar solamente 'yapa' en vez de mi apellido completo que necesitaba todo el abecedario. Eso le ayudó, pero el trabajo tenía que ser unas dos y tres líneas largo para que el 'cobro' será suficiente. Así que el jefe pidió mi itinerario. Yo estaba listo, por haber practicado pronunciar los nombres de algunas ciudades antes de entrar a Guinea.  Es que sabía que no hay buses formales aquí y tenía que entender los destinos finales que gritan los taxistas. Solté algunos de esos nombres de memoria. Voila, eso funcionó.

Sobrevivimos 7 horas con estas llantas en un camino terrible
No, no debes sacar los mapas frente a estos inseguros miembros de seguridad. Te acusarán de terrorista. Yo estaba en el medio de monte entre Kankan y Nzerekoré, empacado en un jeep Pajero destartalado con otros 20 pasajeros (No se preocupe, ya mismo les contaré del ultra-maratón que hice por esta 'autopista.') El chofer paró el carro para que no nos ahoguemos del polvo y humo. Aproveché la ocasión para sacar unas fotos de las llantas despedazadas del carro. Un militar que también viajaba juntos, estaba cerca de mi vista y ¡amenazó a confiscarme la cámara! Estos miedosos 'robots de disparar' ya piensan que ellos mismos son instalaciones militares. Ahora entiendo por qué aparece tanta carnicería cuando ocurre algún levantamiento popular en estos países. Como dicen en Sri Lanka, 'cuando un mono agarra un cuchillo en su mano...'


Ahora, mi milico estaba rabioso, viendo cómo yo iba volando sobre las trampas. Con miedo de que toda esa media hora de empujones y griteríos no resultaría en nada, me agarro mi brazo, me forzó a firmar bajo mi itinerario y ladró, "ahora, ¡pague!" Me hice una cara de tonto, "¿Tengo que pagar por firmar?" Yo sabía exactamente que sí, porque había tragado 20 años la politiquería Latinoamericana. Aún para presentar una denuncia sobre la corrupción gubernamental, tienes que pagar al mismo gobierno corrupto. Algunos pasajeros del taxi y su chofer, tal vez por pena conmigo y tal vez por el apurro para avanzar, ya se acercaron a la ventana de la choza militar. Puse la 'kola nut' (esa semilla era la forma tradicional de saludar a un jefe, ahora reemplazada por el billete) sobre la mesa. "Sabes que somos cinco", casi lloraba el jefe militar, presionado por el milico loco. Puse dos billetes más en la mesa, ahora más por pena con el jefe, agarré mis documentos y corrí hacia el taxi antes de que estos cocinen otra cosa.

Bultos de dinero se ve por todos lados
Aún no estaba terminado mi negocio. Me llamaron a la siguiente choza, tal vez eran de Aduanas, pero uno nunca sabe. Quienquiera que esté en un uniforme puede 'cobrar', como nadie muestra ninguna identificación. Me requisaron cuidadosamente y vieron el bulto de billetes en la mochila (es que cambié unos 500.000 en moneda de Sierra Leone, porque me dijeron que los ATM en Guinea no funcionan en todos lados.) Pero no me 'cobraron' nada. Tal vez se dieron cuenta del show que montaron los milicos al lado.


Yo no calificaría esto como un caso aislado de coima, sino extorción bajo tortura psicológica. El lado Sierra Leona de la frontera tenía no menos de 6 puestos de 'control', cada uno cobrando un precio fijo de 5000 Leoneanos (US$ 0,70). En uno, hasta me dieron 'la vuelta', porque yo no estaba preparado con los sueltos. Dentro del edificio de inmigración, algún 'policía' aparece detrás de un muro cada cinco metros para 'revisar' mi pasaporte y cobrar el 'kola nut'. En la migra, donde tal vez no llega más de un no-nativo al día, me mandaron al jefe. Me tocaba esperar, ya con un billete de 10.000 en la mano porque es el jefe, a que se regrese de orar. Volvía, pero daba cien vueltas para no atenderme y una vez gritaba, "crees que pagándome puedes salir rápido, ¿eh?" Me avergoncé tanto que escondí el billete pronto, tartamudeando algo. Por fin, llenó un papel totalmente illegible y lo guardó. Allí, con el sello de salida en la mano, anunció en voz alta, "No estoy para kola, quiero plata, ¡pon tu billete sobre la mesa!" Este viejo zorro..., me sacó un As.

En homenage a los carroñeros fronterizos
Llegando a la migración de Guinea, unos pocos metros más allá, ya mi cabeza estaba dando vueltas y apenas escuché el ladrido de ese oficial, "Cincuenta mil". Creo que Trump puede guardar su 'water-boarding' para otro; yo no aguantaría ni mitad de lo que ahora se aplica en el Guantanamo. Bajo esta forma de tortura sistemática, el oficial de Guinea podía sacarme unos quinientos mil tranquilamente.



En mi primera cruzada fronteriza en solitario, en 1993, tenía que entregar un billete de US$100 a los mexicanos. Por lo menos hicieron su trabajo porque detectaron que yo había sobrepasado cuatro días de mi estadía permitida. Me salvé de ese monto porque la migra me dio un descuento de 50% cuando yo le reclamaba, en mi 'espanglish', por mi apoyo voluntario a su país. Y diez metros más allá, la migra de Belice también llevó el mismo billete, por dejarme entrar sin la autorización de su Ministerio que dizque era necesario. Tal vez se han de recordar ustedes del 'impuesto' Cubano de US$60 que pagué en 1994, porque yo no alcanzaba a mostrar los $1500 en efectivo para recibir un mes de estadía allá. En comparación, lo que cobran en Africa Occidental son moneditas. Pero mi reclamo no está en el monto, sino que ellos no hacen lo que deben (por allí cruzaría ¡una tonelada de drogas, armas, diamantes, lo que sea, palmeando el valor de unos pocos miligramos!) y todavía nos piden plata con cara al frente.

Guinea folk dance troupe in Kindia
Una de las pocas veces que he entregado plata sin rencor era en el cruce de Desaguadero a Bolivia. La policía de allá tenía otro comportamiento; me sacaba mi ropa sucia y todo de la maleta, pero bromeando conmigo. Al final, cuando me pidieron algo para la 'cola', no tenía ningún reparo en cumplirlo. Hace unos dos meses, en el aeropuerto de Abiyán, recibí de sorpresa una visa de 3 meses con entrada múltiple. Esto manejaba allá una empresa privada, por lo tanto, no esperaba sus últimas palabras, "¿no tienes algo para mi café, entonces?" Dejé que el viento lleve sus palabras porque él no podía insistir más por la presencia cerca de algunos colegas suyos.


Pero, lo mejor, hasta ahora, ha sido en el aeropuerto de Freetown, en Sierra Leona. Ya tenía conmigo un permiso de aterrizar, gracias a mi amiga, pero no había comprado un boleto de salida, algo que siempre insisten antes de permitir el ingreso a un país. Yo iba a cantar que 'quiero conocer el paisaje mejor atravesando por tierra la Guinea hasta Costa de Marfil', y por cierto, en inglés. De todos modos, eso depende de cómo se comporta el oficial de migración. Primero entregué mis papeles de permiso y la carta de invitación, y estaba observación su reacción. Pero por nada yo esperaba lo que escuché luego, "Entonces, ¿eres la persona que se están esperando afuera?"

¡Pobre de mí! En estos países tan políticamente frágiles, esto puede ocurrirse por dos cosas: alguien que está en contra de mi anfitrión puede hacer alborotar a la migra y ¿quién sabe qué mismo querrán ellos? La otra, que venga al aeropuerto alguien que representa a mi amiga, eso yo descartaba, porque me había avisado que me iba a recibir después de cruzar la bahía en un barco. De todos modos, murmuré algo, como que yo no sabía nada...

Casas tradicionales siguen vigente
La siguiente pregunta, "Y, ¿qué vas a hacer aquí?" era solamente una formalidad; Él ya había estampado la visa y estaba limpiando su mesa para salir, porque yo era la última persona en la línea. Sin esperar mi contestación a la primera, disparó otra: "¿No tienes nada para mí, entonces?" Este rato cómo deseaba tener yo en mis manos una de esas collares gordas de caléndulas frescas, con que se adornan los cuellos de los políticos sin-cuellos de Sri Lanka e India... Esos no, pero éste sí la merecía. Mis dedos lograron recoger unos billetes de mi Canguro (me enteré después que eran de Costa de Marfil que no le servía para nada en Freetown) que le pasé escondida porque un tipo como supervisor estaba acercando al cubículo para averiguar por qué de esta conversación larga. Pero este oficial de migración no paro bola a nadie, se hizo cargo de mí, esperó hasta que recogía mi maleta, hizo un ademán a los de aduanas que querían atraparme y me entregó personalmente ¡al que cargaba afuera un cartel con mi nombre!


La broma más grande de esta historia de Freetown no era los billetes arrugados de Costa de Marfil, ni mi recibimiento con alfombra roja, sino los enormes y brillosos carteles por todos lados anunciando que 'la corrupción es un crimen'. Conociendo lo podrido que está aquí el sistema que gobierna, desde lo más alto hasta el piso bajo de la sociedad, uno sospecha de que la campaña propagandística de anti-corrupción misma puede ser un esquema para despilfarrar.

En el mundo de hoy, esto no está muy alejado de la realidad. Las agencias anti-narcóticas manejan los más grandes negocios de drogas; las instituciones financieras más poderosas son las que lavan más dinero sucio; los servicios públicos de seguridad son los que cometen crímenes más atroces; y los legisladores son los que más destrozan las leyes. 

Ahora, estarán pensando ustedes ¿por qué entonces yo me sacrifico a semejante tortura voluntariamente? Puedo presentarles dos razones. Pasando de una sala de A/C a otra, pagando pasajes exorbitantemente altos, para moverse entre los perfumados, engalanados y cultos, no compagina realmente con mi idea de conocer las diferencias culturales entre los países vecinos. Por otro lado, cuando estas en una situación vulnerable, logras encontrar lo mejor de la gente y encuentras las mejores personas.

El chofer con quien me crucé la frontera Sierra Leona-Guinea finalmente me llevó a un hotelito en el lado de Guinea. Ya despojado un poco el polvo y la cabeza, me salí para conseguir algo para comer, y encontré él ya merendando. Sin demás palabras, él se hizo a un lado dándome espacio en el banquito, y ¡me invitó a compartir su plato de arroz con yogurt! Ustedes deben saber que, en este lado del mundo, brindar de su propio plato es una invitación especial, normalmente reservada para los familiares o a los amigos cercanos. Era una pequeña demostración de amistad para borrar las amarguras del mundo. En la necesidad, se conoce al amigo.

PS: Diez días después, crucé la frontera Guinea-Costa de Marfil. Ya me había preparado psicológicamente y tácticamente. Escogí a un transporte local que solamente me acercaba a la frontera. Ese chofer pasó saludando a los milicos de Guinea y no les paró bola. La migra de Guinea me estampó el pasaporte sin pedir nada a cambio. Pero, antes de que llegue a la migra Marfileña me fue obligado a contratar un moto-taxi, el único transporte disponible a cruzar los 51km hasta el pueblo próximo de Costa de Marfil.

Moto-Taxi
Cuando el último puesto militar de Guinea amenazó al motorista que no le dejaba cruzar sin pagarle, (¡no me amenazó a mí!) me puse a negociar una rebaja. Ya en el lado de Costa de Marfil, la migra, la aduana y hasta el médico, todos pedían plata, esta vez sí, a mí. Como ya tenía mi vacuna de fiebre amarilla, decía que ¡necesitaba la vacuna para meningitis! Cuando uno está 50km lejos de las comodidades, buscan plata con cualquier cuento y lo merecen también. Logré negociar rebajas y embarqué al aduanero con un billete que nadie lo quería. Unos kilómetros más allá, en un puesto militar Marfileño, uno se puso a hablarme en castellano -sí señor, algo rarísimo aquí, y ¡hasta me brindó una cerveza! Con gusto le devolví el favor con un billete sin que me pidiera.






Dos días más tarde, crucé a Ghana, entre los miles que pasan al día. ¡Qué sorpresa, no escuché ni una palabra pidiendo plata, de ningún lado! Vaya a explicar eso.

Kashyapa A.S. Yapa
Febrero de 2017, Guinea, Africa Occidental.
kyapa@yahoo.com

http://ky59.blogspot.com

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